miércoles, 15 de septiembre de 2010

Una gran gatuna

74º- Nadie duda de que María Zambrano fue gran una filósofa y ensayista española, nacida en Vélez-Málaga en 1904 y fallecida en Madrid en 1991.
Dado que sus padres eras maestros, ella se movió siempre en los ambientes más intelectuales de la época.
En 1921 María se matricula por libre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, y durante los años de la 2ª República conoce y estrecha su amistad con consagrados escritores a través de las Misiones Pedagógicas y de otras iniciativas culturales. El 14 de septiembre de 1936 María contrae matrimonio con el historiador, diplomático y filósofo vasco Alfonso Rodríguez Aldave (del que posteriormente se separaría), con el que emigra a Chile, donde éste había sido nombrado secretario de la Embajada de España (regresan en 1937). En 1938 fallece su padre Blas Zambrano.
Viven en Valencia y Barcelona, pero por motivos políticos es exiliada a Francia con su madre, su hermana y el marido de ésta.
Pero en su fértil exilio pasan por Nueva York, México, Cuba, Puerto Rico, Francia, Italia… donde comienza la historia que aquí quiero relatar.

María admiraba los árboles, pájaros … en fin, la naturaleza. Junto a su hermana Araceli, daban rienda suelta a su cariño por los animales manteniendo legiones de gatos entre los suyos, los vecinos y los de paso.
Pues bien, María era una gran gatuna (tenía muchos gatos «perturbadores» de la decencia y el orden público). Vivía en un pequeño apartamento de la Piazza del Popolo con su hermana Araceli y un montón de gatos. Los defendía como defendía sus ideas republicanas, y eso le obligó a abandonar su casa de Roma, debido a la presión por las repetidas denuncias de un vecino fascista que odiaba a los gatos.

María llegó a decir:
“Los gatos fueron la causa de que a mi hermana y a mí nos expulsaran de Roma, ¡Figúrate, Roma que es precisamente la ciudad de los gatos! Allí ha habido personas que han llegado a tener hasta cuarenta gatos
Y a nosotras nos perseguían porque teníamos diez, y porque les dábamos de comer, siendo éste uno de los ritos de Roma. Roma es la ciudad de la loba y del gato. El gato fue llevado, como se sabe, por Cleopatra y algunos pensaron que eran pequeños tigres. Fellini, que sabe mucho de Roma, mostró en una de sus películas el rugido de la loba y un gato al que se le ofrece un plato de leche. Se ve que mi hermana y yo –especialmente ella, que se sentía romana– cumplimos con el gato, pero no debimos de cumplir con la loba. Por eso, abandonamos Italia. Luego, en el Jura, en La Piéce, además de gatos teníamos perros

María inició la partida hacia el pequeño caserío francés de La Pièce, en la frontera suiza, con toda su corte felina maullando desde el interior de mínimas jaulas.
Tenemos alguna referencia de sus gatas: «Tigra» fallecida con 19 años y en 1987 falleció «Blanquita» con 15 años y fueron enterradas bajo su cedro.
A finales de 1985 un amigo, amante de los gatos como ella, le regalo dos gatas grises, de un mes (Lucía y Pelusa) que estarían con Zambrano hasta su muerte.
Dicen que a su tumba acuden —quizás porque allí les echan de comer— decenas de gatos de todos los colores

Para muchos será simplemente una loca "gattara", pero lo cierto es que estaba muy cuerda, y además fue galardonada con el premio Príncipe de Asturias en 1981, y en 1988 se le concedió el premio Miguel de Cervantes, siendo la primera mujer distinguida con este galardón.