93. - A veces me siento un poco como el protagonista de “Majo, el rinoceronte” (Horacio Elena, Editorial Lóguez) intentando tapar las cosas que a algunas personas no les gustan de mi, pero que en realidad, son rasgos que me definen y que por fortuna, me diferencian de ellos.

Destacó por su carácter apacible y sumiso. Al parecer se le cayó el cuerno mientras se encontraba en Roma (cosa habitual en los rinocerontes confinados en pequeños espacios, que frotan su cuerno repetidamente contra las paredes de sus jaulas, aunque algunos testimonios dicen que se lo cortaron en Roma por razones de seguridad). Tras exhibiciones en pueblos de los Países Bajos, Alemania, Suiza, Polonia, Francia, Italia, Bohemia y Dinamarca, murió finalmente en Londres.
Como Clara, yo también me siento arrancada, encerrada, explotada, expuesta, observada, sola, lejos de los míos, lejos de los que son como yo, más retratada por fuera que por dentro… y también he perdido mi cuerno (me lo cortaron). Al igual que ella no entiendo el mundo. Estoy siempre triste por dentro, como esperando algo. También soy la diana en la que se ceba la chusma y el populacho, el sinvergüenza y el canalla, el mezquino y el ruin. Me siento dando vueltas en un bucle, como Rómulo el rinoceronte blanco del Bioparc de Valencia.
También me siento como otro rinoceronte llegado a Europa en 1515, y que se ahogó en un naufragio en la costa de Italia en 1516, el llamado Rinoceronte de Durero: nunca nos han visto, pero ya nos han retratado.
Y así voy… queriendo huir, pero no puedo porque no se qué habrá más allá. Además para un rinoceronte no es fácil huir sin su cuerno.