Miles de animales y personas perecieron en el desastre. En algunos de ellos la expresión de terror es claramente visible. Otros se afanan en tapar su boca o la de sus seres queridos con pañuelos o vestidos tratando de no inhalar los gases tóxicos, y alguno se aferra con fuerza a sus joyas y ahorros. Tampoco falta quien prefirió ahorrarse el tormento quitándose la vida, conservándose su cuerpo junto a pequeñas botellitas que contenían veneno.
La ciudad ofrece un cuadro de la vida romana durante el siglo I, y es que la erupción inmortalizó hasta el mínimo detalle de la vida cotidiana. Los perros guardianes siguen encadenados a las paredes de las casas de sus amos, y es que al parecer estos animales eran atados durante el día y sueltos por la noche para la defensa de la vivienda y sus habitantes. )

De hecho en la entrada de la vivienda del Poeta Trágico (una casa de modestas dimensiones pero decorada con mucha elegancia) se encontraba la inscripción Cave Canem (Cuidado con el perro) al lado de la imagen de un perro sujeto por una cadena, hecha en mosaico (sí, tesela a tesela) Quizá no tenía ni perro, sólo el mosaico en el suelo.
No es el único perro pompeyano del cual se conserva testimonio. El relieve de este perro de Pompeya demuestra que el animal fue sorprendido por el desastre cuando se encontraba todavía atado.
